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La primera parte de la conquista musulmana de España fue conducida por un contingente bereber compuesto casi en su totalidad por conversos, desde el jefe Táriq ibn Ziyad, que dio su nombre al peñón de Gibraltar («Djebel Tariq»). Tras el éxito de Tarik, el califa le hizo encadenar y murió en el camino.

En el siglo X, Ubayd Allah al-Mahdi fundó la dinastía fatimí, en la baja Cabilia, donde encontró un eco favorable a sus prédicas milenaristas. Los fatimíes establecieron su autoridad en África del norte entre 909 y 1171 y fundaron un califato disidente de los abasidas de Bagdad.

Este reino estuvo marcado por numerosas revueltas jariyíes (jariyismo), especialmente la de Abu Yazid encabezando las tribus bereberes en el 944, y que infligió la más severa victoria contra la armada fatimí, debilitada y vulnerable, tomando la ciudad de Kairouan.

La revuelta fue vencida por Ziri ibn Manad, a la cabeza de las tribus Sanhadjas, que por salvar el imperio recibió el puesto de gobernador del Magreb central.

De esta forma en el 972, cuando los fatimíes, tras la adhesión egipcia, tuvieron menos interés por el Magreb y fue su hijo, Bologhine ibn Ziri, quien heredó el control de Ifriqiya. Los zirides reinarán en el lugar unos dos siglos.

Hammad Ibn Bologhine, su hijo, gobernó de forma independiente a los ziridas, en el norte de la actual Argelia, a partir de 1014, reconociendo como califas legítimos a los abasidas sunitas de Bagdad, y fundando la dinastía hamadita. Los ziridas también reconocieron en 1046 a los califas abasidas mostrando abiertamente a los fatimíes su abandono del chiismo.

A partir de 1048, en tiempos de Ibn Jaldún, algunas tribus del sur emigraron al África del norte y fueron enviados por el poder fatimí para reprimir a los ziridas y hamaditas. En oleadas sucesivas incurrieron en algunas grandes ciudades, que saquearon y destruyeron. En Argelia estas tribus del sur se aliaron con algunas tribus locales.

Estos dos reinos, prósperos por aquel entonces, se empobrecerán enormemente a causa de estas incursiones. Los ziridas cambiarán su capital de Kairouan a Mahdia, los hamaditas, de Al-Quala (La Cala de Béni Hammad, actualmente reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) a Bugía.

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